lunes, 19 de julio de 2010

18 para los 18 (Una colección creada con la única finalidad de que los jóvenes, lean!)

Un hombre que al llegar a lo que piensa será el trabajo de su vida, se descubre viviendo un amor que ya vivió en vidas pasadas. Un adolescente que se enamora de la madre de su mejor amigo.Un niño huérfano en busca de su abuelo. Son algunas de las historias que conforman esta colección editada por la SEP através del Fondo de Cultura, con la única finalidad de que los jóvenes lean.
La colección esta formada por 18 novelas cortas de la literatura mexicana y se ha publicado en 6 volúmenes de 3 títulos cada uno. Todas las obras publicadas durante la segunda mitad del siglo XX. Algunos de los criterios para la publicación fueron que la obra fuera protagonizada por jóvenes, que contaran historias atractivas y que hayan sido escritas en la segunda mitad del siglo XX. Lo que nos lleva inmediatamente a pensar que, la mayoría de los autores siguen con vida.
El autor francés Daniel Pennac (especialista en literatura para niños y adolescentes) menciona que "El temor del jóven frente a la lectura es no entender, porque a veces nos acercan a obras que tal vez requieren de una madurez lectora que no se tiene de arranque"
No queriendo decir con esto que las obras seleccionadas sean simples, sino que su brevedad ayudará al joven lector a que obtenga ese sentido de logro.
Las cifras de lectura en México son irremediablemente vergonzosas, mientras que un joven mexicano lee en promedio la cantidad de 2.9 libros al año, los españoles leen 7.7 y los alemanes más de 12.
En México los jóvenes de entre 18 y 22 años són el grupo de la población que lee más con un total de 4.2 libros al año. (Para molestia de mi querido Pablo,porcentaje seguramente incrementado a raíz de la publicación de la obra CREPÚSCULO)

Las obras que componen esta colección son las siguientes:

El Sinore, de Salvador Elizondo
Querido Diego, te abraza Quiela, de Elena Poniatowska
Anónimo, de Ignacio Solares
Soledad, de Rubén Salazar Mallén
El Solitario Atlántico, de Jorge López Paez
Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibargüengoitia
William pescador, de Christopher Domínguez Michael
Educar a los topos, de Guillermo Fadanelli
Las hojas muertas, de Bárbara Jacobs
Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco
El libro salvaje, de Juan Villoro
Ninguna eternidad como la mía, de Ángeles Mastretta
El complot mongol, de Rafael Bernal
La gaviota, de Juan García Ponce
Aura, de Carlos Fuentes
La tumba, de José Agustín
La muerte de un instalador, de Álvaro Enrigue
El apando, de José Revueltas

Obras que considero yo, cualquier mexicano gustoso del deleitable vicio de la lectura, debería tener en su haber... no vaya ser que nos topemos con un joven que nos pregunté de que tratan y no sepamos que contestar.

Que las Disfruten... Yo empezaré con Aura. (Gran pretexto para volverme a enamorar de ella)

La Química del Amor... o ya encontré la causa de mis enamoramientos patéticos.


Hay dos cosas que el hombre no puede ocultar: que está borracho y que está enamorado
Antífanes -388-311 a. C.-, comediógrafo griego

Recién termino de leer un libro que trata de explicar al AMOR como una reacción cerebral de tipo químico. Al cerrar la página con la que concluye no puedo evitar observar el techo de mi heladera mientras recuerdo, (no sin sentir verguenza al mismo tiempo) la cantidad de veces que sufrí por amor, ó que pensé que sufrí por amor. Los momentos embarazosos que viví demostrando o tratando de demostrar a alguien cierto sentimiento del que estaba convencida que era presa. Algunas veces sin tener reciprocidad en la locura que yo frente al individuo manifestaba.
En fin, este maravilloso libro llamado LA QUIMICA DEL AMOR de Roberto Cao Vázquez al fin pone en bandeja de plata algunas respuestas que cuando estamos enamorados no logramos entender.

La química del amor es una expresión acertada. En la cascada de reacciones emocionales hay electricidad (descargas neuronales) y hay química (hormonas y otras sustancias que participan). Ellas son las que hacen que una pasión amorosa descontrole nuestra vida y ellas son las que explican buena parte de los signos del enamoramiento.

Cuando encontramos a la persona deseada se dispara la señal de alarma, nuestro organismo entra entonces en ebullición. A través del sistema nervioso el hipotálamo envía mensajes a las diferentes glándulas del cuerpo ordenando a las glándulas suprarrenales que aumenten inmediatamente la producción de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre sí a las células nerviosas).

Sus efectos se hacen notar al instante:

El corazón late más deprisa (130 pulsaciones por minuto).
La presión arterial sistólica (lo que conocemos como máxima) sube.
Se liberan grasas y azúcares para aumentar la capacidad muscular.
Se generan más glóbulos rojos a fin de mejorar el transporte de oxígeno por la corriente sanguínea.

No hay duda: el amor es una enfermedad. Tiene su propia biblia de pensamientos obsesivos y su propio ámbito de acción. Si en la cirrosis es el hígado, los padecimientos y goces del amor se esconden, irónicamente, en esa telaraña de nudos y filamentos que llamamos sistema nervioso autónomo. En ese sistema, todo es impulso y oleaje químico. Aquí se asientan el miedo, el orgullo, los celos, el ardor y, por supuesto, el enamoramiento. A través de nervios microscópicos, los impulsos se transmiten a todos los capilares, folículos pilosos y glándulas sudoríparas del cuerpo. El suave músculo intestinal, las glándulas lacrimales, la vejiga y los genitales, el organismo entero está sometido al bombardeo que parte de este arco vibrante de nudos y cuerdas. Las órdenes se suceden a velocidades de vértigo: ¡constricción!, ¡dilatación!, ¡secreción!, ¡erección! Todo es urgente, efervescente, impelente... Aquí no manda el intelecto ni la fuerza de voluntad. Es el reino del siento-luego-existo, de la carne, las atracciones y repulsiones primarias..., el territorio donde la razón es una intrusa.

Hace apenas 13 años que se planteó el estudio del amor como un proceso bioquímico que se inicia en la corteza cerebral, pasa a las neuronas y de allí al sistema endocrino, dando lugar a respuestas fisiológicas intensas.

El verdadero enamoramiento parece ser que sobreviene cuando se produce en el cerebro la FENILETILAMINA, compuesto orgánico de la familia de las anfetaminas.

Al inundarse el cerebro de esta sustancia, éste responde mediante la secreción de dopamina (neurotransmisor responsable de los mecanismos de refuerzo del cerebro, es decir, de la capacidad de desear algo y de repetir un comportamiento que proporciona placer), norepinefrina y oxiticina (además de estimular las contracciones uterinas para el parto y hacer brotar la leche, parece ser además un mensajero químico del deseo sexual), y comienza el trabajo de los neurotransmisores que dan lugar a los arrebatos sentimentales, en síntesis: se está enamorado. Estos compuestos combinados hacen que los enamorados puedan permanecer horas haciendo el amor y noches enteras conversando, sin sensación alguna de cansancio o sueño. Les parece familiar?


El famoso romance de la feniletilamina con el amor se inició con la teoría propuesta por los médicos Donald F. Klein y Michael Lebowitz del Instituto Psiquiátrico de Nueva York, que sugirieron que el cerebro de una persona enamorada contenía grandes cantidades de feniletilamina y que sería la responsable de las sensaciones y modificaciones fisiológicas que experimentamos cuando estamos enamorados.

Sospecharon de su existencia mientras realizaban un estudio con pacientes aquejados "de mal de amor", una depresión psíquica causada por una desilusión amorosa. Les llamó la atención la compulsiva tendencia de estas personas a devorar grandes cantidades de chocolate, un alimento especialmente rico en feniletilamina por lo que dedujeron que su adicción debía ser una especie de automedicación para combatir el síndrome de abstinencia causado por la falta de esa sustancia. Según su hipótesis el, por ellos llamado, centro de placer del cerebro comienza a producir feniletilamina a gran escala y así es como perdemos la cabeza, vemos el mundo de color de rosa y nos sentimos flotando. (para desgracia nuestra y de quienes nos conocen)
El 50% de las mujeres entrevistadas para el libro Por qué necesitan las mujeres del chocolate confesó que elegiría el chocolate antes que el sexo. Hay quienes al chocolate lo llaman EL PROZAC VEGETAL.

Con el tiempo el organismo se va haciendo resistente a los efectos de estas sustancias y toda la locura de la pasión se desvanece gradualmente, la fase de atracción no dura para siempre y comienza entonces una segunda fase que podemos denominar de pertenencia dando paso a un amor más sosegado. Se trata de un sentimiento de seguridad, comodidad y paz. Dicho estado está asociado a otra DUCHA QUÍMICA. En este caso son las endorfinas -compuestos químicos naturales de estructura similar a la de la morfina y otros opiáceos- los que confieren la sensación común de seguridad comenzando una nueva etapa, la del apego. Por ello se sufre tanto al perder al ser querido, dejamos de recibir la dosis diaria de narcóticos.

Para conservar la pareja es necesario buscar mecanismos socioculturales (grata convivencia, costumbre, intereses mutuos, etc.), hemos de luchar por que el proceso deje de ser solo químico. Si no se han establecido ligazones de intereses comunes y empatía, la pareja, tras la bajada de FEA, se sentirá cada vez menos enamorada y por ahí llegará la insatisfacción, la frustración, separación e incluso el odio.


El amor es como Don Quijote: cuando recobra el juicio es para morir.
Jacinto Benavente