martes, 20 de julio de 2010

Los perros van al cielo...pero sin alas! EROS prefiere correr...



Los perros van al cielo? Quiero pensar que sí.
Pero cuando van al cielo no necesitan alas, porque Dios sabe que ellos prefieren correr.
En el mes de Noviembre de 1996, sufrimos mi familia y yo, el dolor más grande que cualquiera pueda sentir. Perdimos a mi padre de una manera inesperada. Nosotros eramos 3 mujeres; mi madre, mi hermana menor y yo, y él, el hombre de la casa.Eramos muy apegadas a él las 3, y al parecer no seguimos el camino que debimos para superar la pérdida, pues aún estamos muy afectadas. En lo personal, yo sueño a mi papá muy seguido, platico con él, e imagino lo que me recomendaría sobre alguna situación en especial, si estuviera conmigo. Me levanto asustada y lloro frecuentemente. Eso pasa desde el día que partió.
Cuando mi padre cumplía un mes de fallecido, estábamos afuera de la iglesia dónde mi madre le realizó una misa, y de repente llegó un amigo de mi hermana; Gerardo. Y le llevó un perrito boxer color marrón con la cara muy oscura. Era un bombón. No hay otra definición. La cosa más hermosa del mundo! Y muy gordo, porque sus hermanitos no habían resistido la lactancia y el había comido solo todo el tiempo de su mamá.
Le llamamos EROS.
EROS se encargó de hacernos muy felices a las tres. Todo mundo lo quería y era muy tierno. Siempre con una personalidad muy definida.Hacía lo que le daba la gana. Así pasaron los años, llegaron los hijos de mi hermana, yo me fuí de la casa y el aprendía a vivir con la gente que iba llegando a casa.
Estos últimos años, vivió solo con mi madre en la casa.
Estoy segura, aunque ella no es muy expresiva conmigo, que fué la mejor compañía que tuvo en los últimos meses. Vivió con ella salud, y enfermedad, llantos y gritos de alegría, enojos y puertazos. Siempre ahí. Siempre fiel. Siempre feliz de verte aunque tu llegarás de mal humor.
Las últimas veces que lo ví, Eros no podía escuchar, no veía bien, tenía artritis. Era un anciano.El anciano de la casa.
Mi mamá defendió su espacio hasta el último día. Varias veces le dije que tirara el sillón donde Eros dormía porque era demasiado viejo, y nunca quiso hacerlo. En las fiestas familiares le podíamos que lo encerrara en el patio pues a la gente le molestaba a veces su presencia, y ella se enojaba con nosotros. Eros vivía ahí, con ella, ella defendía su espacio.
Imaginarán quien está ahora sufriendo más. Eros fué mi perro, pero al irme lo dejé y ya no era mío. Era de mi madre. (No se si en realidad más bien: Mi madre era de él, o así parecía.)
Eros fué un perro muy feliz, un perro muy amado, un perro que recibió toneladas de conversación humana, y un perro que siempre recibió un Salud! al estornudar.
Lo vamos a extrañar mucho, y empezaremos a aprender a vivir sin él.
Lo único que les puedo decir, después de pensarlo un rato; es que cuando este angelito se fué al cielo, DIOS no le puso alas, sabe que le gusta mucho correr...